El propósito no se impone. Se contagia. Pero primero tiene que doler

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Introducción

Ya lo tenemos claro: en comunicación interna, los líderes no deberían ser solo voceros. Deberían ser embajadores del propósito. Inspirar desde la coherencia. Conectar. Movilizar.

El problema es que esa idea —tan asentada en los discursos institucionales— muchas veces se queda ahí: en el discurso. Porque una cosa es designar embajadores, y otra muy distinta es formarlos, acompañarlos y sostenerlos en ese rol.

Y, sobre todo, ¿qué pasa cuando no lo quieren o no lo pueden asumir?

El riesgo de institucionalizar la incoherencia

“Decir que todos los líderes son embajadores, sin asegurarse de que lo vivan, solo institucionaliza la incoherencia.”

Asignar ese rol por decreto no transforma la cultura. Al contrario, la puede desgastar. Si el equipo percibe que su líder repite mensajes en los que no cree o que no practica lo que predica, se instala el cinismo. Y con él, se erosiona la confianza interna.

Ser embajador no es usar bien las palabras del propósito. Es encarnar esas palabras en las decisiones, los silencios, las prioridades y los gestos cotidianos. Eso requiere tiempo, trabajo interno y, sobre todo, valentía.

Las zonas grises del liderazgo

¿Qué hacemos con quienes no creen —o no conectan— con el propósito institucional, pero siguen liderando equipos?

La respuesta fácil sería “formarlos”, “inspirarlos”, “alinearlos”. Pero eso supone que todos están dispuestos a cambiar. Y no siempre es así.

Algunas personas no conectan porque el propósito nunca fue claro ni creíble. O porque la cultura actual contradice lo que se predica. O simplemente porque su estilo de liderazgo prioriza resultados por sobre sentido.

“Las zonas grises —líderes que no creen, pero tampoco renuncian— son uno de los mayores desafíos para la cultura organizacional.”

No siempre generan conflictos abiertos, pero su falta de conexión contamina sutilmente el ambiente. Normalizan la desconexión. Hacen que el propósito se sienta como un eslogan, no como una brújula.

Lo que sí podemos hacer

La Comunicación Interna no tiene poder jerárquico sobre estos líderes, pero sí tiene influencia. Estas son algunas prácticas que pueden ayudar a tensionar positivamente estas zonas grises:

  • Conversaciones valientes y personalizadas: no evangelizar, sino abrir espacios donde el líder pueda expresar sus dudas sin juicio. A veces no es falta de compromiso, sino de sentido.
  • Narrativas compartidas, no impuestas: incluir a los líderes en la construcción del relato interno. Lo que se co-crea, se cuida.
  • Indicadores cualitativos, no solo de repetición: evaluar si los equipos perciben a su líder como coherente con el propósito, más allá de si compartió el mensaje en la reunión de equipo.
  • Celebrar a los que sí encarnan: mostrar casos reales —no solo desde lo heroico— de líderes que viven el propósito de forma auténtica, aunque silenciosa.

El propósito como espejo

No todos los líderes tienen que ser embajadores perfectos. Pero sí deberían tener la capacidad de mirarse en el espejo del propósito y preguntarse si su forma de liderar lo sostiene o lo contradice.

Y si no lo sostiene, entonces algo hay que mover: en su estilo, en la cultura, o en la conversación que la organización se atreve a tener.

“El propósito no se impone. Se contagia. Pero para eso, primero tiene que doler un poco.”

Conclusión

Hablar de líderes embajadores es fácil. Lo difícil es sostener la tensión entre lo que esperamos y lo que realmente ocurre en la cultura cotidiana.

Como responsables de la comunicación interna, nuestro rol no es maquillar esa distancia, sino hacerla visible con respeto, abrir conversaciones difíciles y acompañar a los líderes a que se reconecten con sentido.

Porque el propósito, para ser real, tiene que incomodar antes de inspirar. Tiene que doler un poco antes de contagiarse. Y solo entonces puede vivirse con coherencia.

Cuando eso ocurre, no se necesita storytelling. El liderazgo se vuelve historia encarnada.

¿Te ha tocado trabajar con líderes que no conectan con el propósito? ¿Cómo lo abordaste desde tu rol?

Comparte tu experiencia o escríbeme. En The Internal Voices seguimos investigando lo que sí funciona —y lo que todavía necesitamos repensar.

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